jueves, 30 de junio de 2016

Incomprensible silencio


A veces pasa.

Estás hablando con alguien y un extraño silencio se apodera de la conversación. Cuando la conversación es cara a cara, es algo manejable. Alguno se percata de la situación y envía señales para volver a la conversación. Sin embargo hay frases, preguntas, comentarios que quedan en un limbo (una especie de In Ovo) de las que no vuelven a salir. Seguro que hay ideas que vuelven, pero ya no son iguales que en ese momento de lucidez antes del silencio. Seguro que ideas brillantes se perdieron en ese limbo, o declaraciones brillantes, cargadas de la espontaneidad del instante.

Cuando dicha conversación se mantiene por teléfono, la desconexión no suele ser bilateral, por lo que volver al flujo normal de palabras, ideas, relatos es cosa del interlocutor que, extrañado por el silencio en la linea, pregunta si todavia "¿hay alguien ahí?".

Pero en esta época que nos ha tocado vivir, donde ya no hace falta pedir silencio en las salas de espera porque todo el mundo esta hablando en silencio, gracias a las herramientas de comunicación offline, (mensajería instantánea lo llaman) es difícil superar esos silencios. Las ideas quedan en In Ovo y dada nuestra instantaneidad, nuestra volatilidad en dichas conversaciones, el interlocutor tiene difícil o imposible atraer la atención de vuelta. Al menos cuando usabamos correspondencia ordinaria, de esas cartas que escribíamos en papel, no esperabas una respuesta inmediata. Simplemente mandabas esos retazos de tu vida (como si fuera un mensaje en una botella) a la espera de recibir retazos de vuelta, si llegaban. Pero que sucede cuando esta desconexión es sistemática, endémica? Cómo afrontar una conversación así? Cómo puedes afrontar una conversación donde la mitad de las frases se quedarán en ese limbo? Cuando, aún quedando constancia en el escrito, no se llegan a leer, o se leen desvirtuadas por el paso del tiempo?

Sencillamente, no se puede. Ante una desconexión endémica no queda más opción que abandonar... quizás llorar la suerte de mierda.. y abandonar.


In Ovo de Richard A. Kirk