Teníamos una lista de unos 10 nombres, partiendo de una lista de cientos mediante descartes. La metodología era sencilla, los nombres debían no causar rechazo en ninguno de los dos. Por ejemplo, a mi me parece bien Rut pero a mi Chule no, pues descartado. A mi Chule le parece bien Manuela pero a mi no me gusta, pues tampoco entra en la lista. No es fácil... que si que no empiece por A, que sea sonoro, que no sea nombre masculino "feminizado" (no, no me gusta Carla)...
Al final, la lista era corta y debería ser fácil tomar una decisión. Pero como en el caso de Adrián, se nos coló un nombre no esperado... que fue ganando fuerza (aunque ahora mi chule lo niegue, la decisión está tomada desde hace días)... que se formaba en nuestra cabeza cada vez que nos referíamos a nuestra bebé, hermanita, pichurrina (...y todas esas cosas que la llamas mientras no tienes un nombre).
Y como suele suceder, ellas deciden de común acuerdo. Aitana, así te llamas ya! Que bien suenas!
¿De dónde viene? aquí
para ti quince flores pequeñas y graciosas.
Sigues siendo de aire, siguen todas tus cosas
siendo como encantadas por una luz ligera.
Aitana, niña Aitana, fuera yo quien moviera
para ti eternamente las auras más dichosas,
quien peinara más luces y alisara más rosas
en tus pequeñas alas de brisa mensajera.
Aitana, niña Aitana, ya que eres aire y eres
como el aire y remontas el aire como quieres,
feliz, callada y ciega y sola en tu alegría,
aunque para tus alas yo te abriera más cielo,
no olvides que hasta puede deshojarse en un vuelo
el aire, niña Aitana, Aitana, niña mía.