martes, 23 de octubre de 2018

[FICCIÓN] ¿Tu no lloras nunca?


- Papá, ¿tu no lloras nunca?

La pregunta es de las que te pilla por sorpresa en cualquier caso, pero en la situación que se encontraban, le costó algo más responder. Tuvo que tragar saliva un par de veces.

- Pues claro que si que lloro, cariño. A veces lloro...
- Tampoco lloraste cuando se murió la abuela. - le interrumpió - No te estoy pidiendo que llores. Es solo que no te he visto llorar nunca. Mamá llora a veces. Mi hermana llora mucho. Yo lloro. Pero a ti no te he visto llorar.

Notaba como le subía el nudo por la garganta, pero no iba a dejar que se le notara en la voz. De ninguna forma. No ahora.

- Bueno, es que cuando lloro no dejo espacio en mi corazón para otros sentimientos. Y casi siempre me gusta sentir otras cosas que no sea dolor. Me gusta sentir alegría por estar contigo, como ahora, como ayer en la playa mientras nos bañábamos. Me gusta disfrutar del silencio cuando estoy solo y oír mis pensamientos. Me gusta sentir las mariposas de tu risa y de la mía, de la de Mamá o de la de tu hermana, pero aún más de cuando reímos todos juntos. Jugar contigo o escuchar música. Hay muchos sentimientos y cada uno genera una reacción.

No iba a dejar que se le notara, pero la voz quería quebrarse. Mientras las nubes pasaban, mientras el ruido de fondo casi ocultaba cualquier otra cosa, su voz luchaba por no quebrarse. No iba a permitirlo.

- También siento tristeza, pero me gusta mirar a la tristeza como antesala de la alegría...
- ¿Antesala? - le interrumpió de nuevo. Daba la impresión de que había pasado lo peor, aunque su mano, pequeña, suave, apretaba la suya con una fuerza que le dejaba los nudillos blancos.
- Antesala es lo que precede a lo siguiente, como la tristeza, que da paso a la alegría. Prefiero dejar paso a la alegría cuanto antes. Incluso cuando me enfado, como antes, me gusta percibir esos sentimientos pero no dejar que me inunden.
- Pero a mi me llena la tristeza ahora mismo, Papá. Y quiero llorar.
- Y está bien que llores. Cada persona es diferente. Llorar es muy bueno, siempre que, como cuando llueve, veas el arcoiris después. Cada uno maneja su dolor de la mejor forma posible. Ya sabes que Mamá necesita llorar para ver el arcoiris, yo soy distinto. Pero tu puedes llorar si lo necesitas.

En ese momento notó que comenzaba a sollozar y le abrazó más fuerte. Ojalá pudiera protegerlo de todo con ese abrazo. Ojalá pudiera protegerlos a los tres. Pero sabía que no podía. Aún así, una parte de su cabeza seguía pensando y pensando cómo podría hacerlo. Es difícil ver la luz en ese pasar vertiginoso de nubes. Siguió hablando, como si ello pudiera conjurar la inspiración última.

- De todos modos, si he llorado a veces, lo que pasa es que lloro para adentro. Además no siempre se llora de pena. Puedes llorar de alegría, de reírte mucho, por una canción que te recuerda algo maravilloso, por un libro...
- ¡por una película!
- Eso es, por una película. De todos modos, ya te he dicho que llorar es bueno, siempre que después venga el arcoiris. Ven, acércate a mi y recuéstate aquí en mi lado, así estarás más cómodo.

¿Cómo puedes ver el arcoiris en esta situación actual? Es practicamente imposible. Una voz anuncia que en breve hemos de adoptar la posición de seguridad. El aire está menos viciado, hace menos frío. Ya no se ven nubes, salvo a lo lejos. Esas nubes no pasan tan rápido. La velocidad se ha reducido, podría ser un signo de esperanza. Al menos así quiere verlo.

Mientras se aproximan al final, le susurra unas palabras al oído.
- Te quiero
Con la otra mano se acerca a su mujer, buscando la fortaleza. Allí esta.

El impacto puede ser brutal.